domingo, 30 de agosto de 2009

Perderse en Asturias


Altos y finos troncos de árboles cubiertos de un manto de hojas bañadas en el rocío de la mañana, brillante cuando lo agita el viento, como un mar de lentejuelas en mitad de un frondoso paisaje de colores verdes y manantiales transparentes.

Cada paso se hunde en una alfombra de hierba a la vez que la humedad moja un poco más tus pies y, aún, el frío altera la calidez de la piel. A cada paso, el sol filtra sus rayos entre las ramas de los árboles que cubren aquel lugar y da luz a los peces e insectos que buscan su alimento sin descansar.

El agua fluye decidida, marcando el paso del tiempo y permitiendo la vida, dibujando a su paso un camino de contrastes, de ruidosos saltos de agua y suaves laderas.

Cualquier otra presencia humana estropearía la magia del entorno en ese instante. Instante en el que es fácil imaginar el juego de seres fantásticos moviéndose entre los rincones y escondrijos del bosque, curiosos y vacilantes ante los movimientos de un visitante.

El encantamiento y la razón confluyen en un paraje recóndito que muchos lugareños han disfrutado pero, también, sufrido y respetado durante siglos.

En definitiva, ha sido un viaje de cinco días a tiempos del pasado y del presente, siendo testigos de la fusión de un sueño libre, hermoso e instintivo de la propia naturaleza y las posibilidades y necesidades humanas.

1 comentario:

chupetina dijo...

Sob :'( qué potito :D

Es un bonito post... y muy poético :)

besos babosos

PD:"Rayos" es con "y" griega :D:D:D