domingo, 20 de enero de 2008

Cuando la máquina de coser te hace putaditas



La historia empieza así.

Con toda la predisposición, voluntad e ilusión del mundo, comienzas la tarea. Mides, piensas, cortas y coses los trozos de tela y cintas varias, con la idea de que todo eso, al final, tenga una forma más o menos aparente y determinada.

Cuando coser depende exclusivamente de tus manos, es probable que la forma de la prenda se vaya definiendo poco a poco pero, después, es necesario que la máquina haga su trabajo para que quede completamente terminada.

De este modo, colocamos los hilos en los cacharros de la máquina, marcamos el tipo y largo de la puntada, colocamos la tela en la máquina, tras haberla preparado con los dobladillos marcados, las cintas sobrehiladas y todo lo que sea necesario para hacer más fácil el paso por la máquina de coser. Pisamos el peda... ¡y a coser!

¿Así debería ser, verdad? Pero no, no es tan sencillo porque, de repente y sin causa aparente, se revela, la máquina saca su lado oscuro a pesar de haberla tratado con todo el cariño y la delicadeza de una inexperta que teme estropear algo. Pero éso a la máquina se la sopla.

Así llega la primera putada. Cose que te cose, aguja arriba-aguja abajo. De pronto, desaparecen los hilos con los que cosíamos. Los volvemos a colocar en su sitio y continuamos la labor. "Debe haber sido un fallo de principiante". Es probable que los hilos vuelvan a desaparecer porque se atasquen o se rompan pero, como a paciencia no hay quien nos gane, lo colocamos todo lo mejor que sabemos, esperando que no ocurra lo mismo de nuevo.

Bien, parece que está todo más o menos controlado... es entonces, sin ni siquiera gritar agua va, cuando llega la segunda. La máquina se atasca, no deja avanzar el trozo de tela al que estaba cosiendo en ese momento, así que se enredan los hilos con la tela y consigo mismos. Lo solucionamos tirando de todos los hilos hasta que sólo queden los dos extremos que salen de la máquina. Pero no decaemos y seguimos en nuestro empeño.

La máquina está cosiendo genial. Está quedando bastante bien al fin. Sí, terminado. Damos la vuelta a la tela para ver el revés... ahí está,
la tercera putadita. El hilo de abajo se ha enredado como bien le ha parecido a lo largo de toda la línea que hemos cosido.

Y es en este punto cuando nos damos cuenta que la máquina, a pesar de todos nuestros mimos, nos declara la guerra.
Ha ganado una batalla, pero aún quedan muchas más por combatir. Sabe que necesariamente dependemos de ella, pero nosotros contamos con un arma que ella desconoce... ¡Mamááááá!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguro que al grito de "mamááááá!!!" se ha cagado y ha empezado a funcionar bien no?
jejejejje...

Ains... me ha gustado mucho y está muy bien escrito.

Anónimo dijo...

Sí, se ha hecho caquita. Para la próxima, se lo pensará dos veces :D

Gracias, manito. Muaaaaaaaaak

chüpetina dijo...

:D:D:D:D:D:D:D

gueeeeeeeeeeerrraaaaaaaaaaaaaaaa!!!!

no sé por qué todo el mundo esconde armas nucleares en su país, si lo que mola es llamar a mamá :D:D:D:D

besos babosos

Anónimo dijo...

He entrado al blog por casualidad y me he dado cuenta de lo que se sufre cosiendo a máquina.
También he leído los comentarios sobre el mismo...y sabeís que os digo?
¡¡¡¡Que sois lo mejor que tengo!!!! OS QUIERO, OS QUIERO, OS QUIERO Y OS QUIERO.
BESOS PARA LOS TRES.

Miriri dijo...

Jeje, si es que las madres, además de ganar batallas, no pueden evitar repartir amor de madre por todos los rincones!

Nosotros también te queremus, mammm!